El término greenwashing o “lavado verde” fue acuñado en los años ochenta por el ambientalista Jay Westerveld y se refiere a las prácticas deshonestas que pueden llevar a cabo algunas empresas para presentarse como sostenibles, ambientalmente responsables o “verdes”, aunque en realidad no lo sean. Así, el greenwashing se puede llevar a cabo dando una falsa impresión o proporcionando información engañosa acerca de la sostenibilidad de alguno de los productos o servicios ofrecidos, buscando de esta forma tener más ganancias, mejorar la imagen de la entidad o atraer clientes que demandan productos con estas características.
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El greenwashing –y su versión para políticas sociales, socialwashing– es de increíble importancia para el mundo financiero, particularmente cuando hablamos de finanzas sostenibles. Éstas implican la consideración de factores ambientales, sociales y de gobernanza llamados criterios ESG en la toma de decisiones de inversión, la gestión del negocio y la puesta en marcha de productos y servicios financieros. En particular, el enfoque de los productos financieros que buscan cumplir con estos criterios (y que cada vez son más demandados por los consumidores) puede ser distinto; por ejemplo, algunos pueden estar encaminados a objetivos ambientales, otros a sociales, o a una combinación de ambos. Sin embargo, algo de vital importancia es que su impacto en estos proyectos sea real, medible y comprobable para evitar caer en malas prácticas.
Es por esto que los compromisos con criterios ESG de las empresas deben tomarse en serio –por ejemplo, promesas de descarbonización y lanzamiento de productos financieros sostenibles. Asimismo, no se puede dejar a un lado lo positivo que resulta el objetivo principal de los mismos: traer beneficios sociales y ambientales a través de decisiones de inversión que promuevan un modelo de desarrollo más responsable y sostenible. En ese sentido, se deben de seguir principios, establecer metas claras, medir el impacto de los proyectos y comprobar que se estén llevando a cabo de forma adecuada. De lo contrario, las entidades se exponen a riesgos reputacionales, investigaciones regulatorias o incluso a litigios, mismos que pueden tener un efecto negativo no sólo en la reputación de las empresas, sino en sus finanzas.
Como Banco Responsable, Santander tiene como misión contribuir al progreso de las personas y de las empresas, pero haciéndolo de manera responsable, generando negocio con propósito, para así ayudar a la sociedad a afrontar los principales desafíos globales. Para esto, cuenta con compromisos públicos, claros y medibles, sobre las acciones que está llevando a cabo en materia ESG. Conoce más en nuestro sitio de Banca Responsable.
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